
Comentario a las lecturas del Domingo III de Pascua (de nuestro colaborador Joan Palero (Valencia)
Domingo, 18 de abril de 2021
3º Pascua –
Las lecturas de este domingo, además de mostrar la resurrección de Jesús como centro de la fe cristiana, invitan a ver que la fe no es algo abstracto ni fantasmagórico, sino una experiencia profundamente realista que, cambiando las cosas, cambia la vida de los que se encuentran con el Resucitado, convirtiéndolos en testigos vivos, en agentes de cambio impulsados por la realidad resucitada y renovadora de Jesús, capacitándolos para motivar y renovar el mundo por el entendimiento y el convencimiento de Él.
El encuentro y la vivencia con el Resucitado es lo que hizo regresar a Jerusalén a aquellos discípulos que, huyendo y apartándose, retrocedían en la fe, andando su propio camino hacia Emaús. Por la explicación convincente de las Escrituras que aquél caminante, todavía desconocido, les hace, empiezan a encontrar nuevas fuerzas y sentido ante lo que le acontecido a Jesús en Jerusalén. Que todo empezara a tener un nuevo sentido era muy importante, pero no suficiente. Era necesario que, tras el entendimiento de las Escrituras acerca de la muerte de Jesús, viniera el reconocimiento de la presencia real y viva del Señor entre ellos: “al partir el pan, reconocieron que era Jesús”.
Me pregunto si le hubieran reconocido igual sin la catequesis recibida mientras caminaban. Con aquella animación bíblica, antes de poder reconocerle, Jesús va preparando y predisponiendo sus corazones para el posterior y verdadero encuentro:
Se dijeron uno a otro: «¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lucas 24, 32)
Es muy significativo que, de vuelta a Jerusalén, y mientras contaban el testimonio de sus vivencias, Jesús se presentó en medio de ellos, diciéndoles: Paz a vosotros. Invitándoles a MIRAR las cicatrices de sus heridas y a poder palparle, para que su fe no fuera algo abstracto, mágico ni fantasmagórico, sino real y palpable, sin dudas ni temores, y con todo el sentido humano y divino que las Escrituras cumplidas nos dan de Cristo. San Jerónimo reconoce la necesidad del entendimiento de las Escrituras, su porqué y para qué, diciendo: “Desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo”.
Jesús es Palabra, Verbo de Dios, Él está entre las páginas de la Biblia. Encontrarse con Él es lo que ha cambiado al hombre en todos los tiempos, haciéndole ver la equivocación de querer seguir sus propios caminos. Las palabras de Jesús invitan a volver a la Galilea de los comienzos para recomenzar a creer, ya no desde nuestras perspectivas culturales, religiosas y humanas, sino desde la perspectiva del plan de Dios en Jesús, quien, muriendo por nuestros pecados, resucitó para nuestra justificación, según dice la Escritura.
En la primera lectura, Hch 3,13-15.17-19, Pedro, por la ignorancia de los que se tenían por maestros y depositarios de la revelación de Dios, les invita a reconsiderar a Jesús desde la revelación del Antiguo Testamento: “… Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer… pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos.”
También el evangelio de este domingo (Lucas 24,35-48) lo recalca: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»
El testigo es aquél que enseña más por lo que hace que por lo que dice. Es el que, conociendo la Palabra, vive de ella y por ella. Es el medio, el vehículo por el que la presencia viva de Jesús se perpetua en mundo y el tiempo. Es la carta encarnada de Dios al mundo, en la que Jesús se manifiesta de manera palpable e irremediablemente creíble.
"Evidentemente sois carta de Cristo, conocida y leída por todos los hombres, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones." (2 Cor 3, 2-3) Al leernos, ¿Qué, a quién ven y reconocen los hombres de nuestro tiempo?
Joan Palero
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