sábado, 13 de febrero de 2021

Comentario a las lecturas del Domingo VI del Tiempo Ordinario (Ciclo B) de nuestro colaborador Joan Palero (Valencia)


Domingo, 14 de febrero de 2021 - Año de San José
 
6º Del Tiempo Ordinario (Ciclo B)
 
San Marcos 1,40-45
 
 



Seguimos con el evangelio de san Marcos, el más corto de los cuatro evangelios, en el que Jesús, más que con palabras, habla a través de obras y milagros portentosos.
A diferencia del evangelio de Mateo, escrito para la cultura y mentalidad religiosa de los judíos; Marcos, enfoca este evangelio a la cultura y la mentalidad de los romanos. Un imperio de hombres fuertes, que, a fuerza de espadas y leyes impuestas, subyugaron al mundo hasta entonces conocido.
Si el evangelio de Mateo presenta, a los judíos, a Jesús como Rey; el de Marcos lo presenta a los romanos, dominadores de Israel, como el Siervo sufriente de Yahvé. Un Mesías que no viene a imponer, sino a proponer; no a ser servido, sino a servir; no a pedir, sino a darse; no a luchar usando el poder del odio y las armas, sino el del amor gratuito. El único poder capaz de salvar al hombre, identificándose con él y con todas sus necesidades y sufrimientos. Devolviéndolo a su antigua y rota comunión con Dios, y a través de esto, a la relación fraterna entre los hombres. Un libertador que, por encima de sí mismo, busca a toda la humanidad, a los opresores y a los oprimidos, sanándolos y liberándolos de los efectos de su enferma naturaleza y de los yugos que la oprimen.
“Se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme.” (v40)
A la luz de la 1ª lectura: Levítico 13,1-2.44-46, parece ser que este leproso no era buen observador ni cumplidor de la Ley. Él quiere ser limpio, estar sano, y la Ley no responde a su necesidad, más bien, lo empeora, lo marca y aísla. Su única esperanza es Jesús, sabe que, si Él quiere, puede sanarlo. Se pone en camino, y contra toda regla, va en su busca y a su encuentro. Se le acerca, y Jesús no le recrimina por el incumplimiento de las prohibiciones levíticas, ni siquiera porque atenta contra su respeto y salud. Para Jesús, lo importante es el hombre, tú y yo, aquél, y no lo espantoso que pueda ser el pecado, representado en aquel tiempo en las enfermedades y desgracias.
Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.»
Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. (v41-42)
Jesús quiere limpiarle, pero su querer no se basa en palabras. Antes de decirle nada, se compadece, extiende su mano, y le TOCA, a pesar de ser consciente de todas las consecuencias. DESPUÉS de tocarle, es cuando le dice.
Jesús es la Vida, vino para que tengamos vida, y para que la tengamos en abundancia. Primero vida, limpieza, después ya vendrán las prohibiciones y leyes:
Le despidió al instante prohibiéndole severamente: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.»
El amor de Dios no es un amor de lejos, no consiste en solo palabras, es concreto, (San Juan 3, 16). Es compasivo, da los pasos necesarios, se acerca y se extiende hasta tocar lo más íntimo de las impurezas.
Cuantas veces, tratando de ser cristiano, me conformo con mi condición de pecador, y viéndome impuro, me quedo con un Jesús allá a lo lejos. Creyendo, pero sin creer; cumpliendo mandamientos, pero leproso, harapiento y despeinado.
¿Dónde queda la fe, audaz y osada, en el que sé que puede y quiere limpiarme?
*El milagro está en la cercanía de Jesús, y en querer acercarse a Él, con la seguridad de que no voy a ser despreciado. En ser cristiano de cerca. Pecador, sí, pero perdonado; leproso, pero sano declarado limpio por Jesús; imperfecto, débil, … pero perfecto y fuerte en el poder de su Gracia.
En la pluma del evangelista san Marcos, Dios pone todo su empeño en demostrar, que, Jesús no ha venido a juzgar, sino a salvar; no vino para enseñorearse con adoctrinamientos y leyes que subyugan al hombre y lo mantienen igual o peor que está. Vino a legislar le ley de la Verdad en el Amor, que, traducida en misericordia, sana y libera.
Tocar lo intocable, saltarse lo establecido siempre trae problemas. San Pablo lo sabía, y lo recomienda en la segunda lectura: No deis motivo de escándalo a los judíos, ni a los griegos, ni a la Iglesia de Dios, … (1 Corintios 10,31–11,1) También Jesús, tocando al leproso, sabía a lo qué se enfrentaba, por eso le prohibió severamente contar nada. Pero hay cosas que no se pueden esconder ni callar cuando Dios nos rodea con cantos de liberación: Sal 31,1-2.5.11 Tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación.
A causa de la conducta del leproso, Jesús, tendrá que hacer lo que el leproso tenía que haber hecho: No entrar en ningún pueblo, quedarse afuera, en descampado, y aun así acudían a él de todas partes.
Joan Palero

 

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