sábado, 7 de noviembre de 2020

8 noviembre - Las Virgenes Prudentes

 

Domingo, 8 de noviembre de 2020
 

32º del Tiempo Ordinario (Ciclo A)
Con el final del evangelio de san Mateo, vamos llegando al final del año litúrgico, que, como siempre, desemboca en un nuevo principio: el adviento, tiempo de espera y esperanza.
Con la parábola de este domingo, las diez vírgenes, Jesús compara el Reino con diez doncellas que, en la noche, salen a ESPERAR al esposo. Una imagen de que creer no es solo esperar sentados, sino, como Abraham, salir y caminar esperanzados hacia la plenitud de las promesas divinas.
Aunque la comitiva de las doncellas no son la Esposa, sino que la acompañan al encuentro de su Amado, me hace bien recordar el significado del número diez en la Biblia, y que con este número suele referirse a la totalidad o al conjunto completo de algo. Así que, todos sumamos, estamos contados dentro del diez de la totalidad. A todos puede pasarnos algo parecido a ellas, pues: Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. (Mateo 25,1-13)
Punto seguido, Jesús da a entender a sus oidores, que, la Fiesta del amor y de la vida, no solo consiste en ser parte de un grupo, sino en que cada uno, personalmente, viva una realidad sensata de todo aquello que cree y espera, aprovechando y dando uso a todo lo que se la ha concedido, teniendo claro lo que es y para qué esta. No vaya a ser que perdamos la razón de nuestro ser.
Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas.
El cinco, bíblicamente, es el número de la responsabilidad de cada persona ante Dios. Todos hemos sido llamados, no solo a encontrar en Dios el sentido de la vida, sino también a vivirlo. Y para ello, cada uno ha de vivir la esperanza desde la sensatez de lo más profundo.
La primera lectura, (Sabiduría 6,12-16), muestra a la sabiduría como algo muy cercano, está “sentada a la puerta de casa”. Como algo accesible, pero que hay que desear. Y lo más importante es que ella nos desea, nos busca, quiere abordarnos, salirnos al paso en cada camino y pensamiento, para que la vida sea Fiesta, aun en medio de tardanzas y contratiempos: el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones;
La necedad, consistirá en querer vivir en mi propio mundo, a mi manera, insistiendo y perseverando en mis errores de siempre, aferrado a ideas o posturas equivocadas. Por ella, soy yo mismo (no Dios) quien cierra la puerta a la sensatez de la sabiduría.
“…llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.”
En el grupo de los diez compartimos muchas cosas en común, todos somos iguales y nos puede pasar a todos lo mismo. Lo único que nos diferencia es la sensatez o la necedad, el ser llevado por la esperanza o el dejarse llevar por inercias.
La Palabra despertó y puso de nuevo a las doncellas en movimiento: A medianoche se oyó una voz: "¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!"
La misma Palabra sigue siendo Espíritu y Vida, ella sigue siendo lámpara que alumbra. Sabiduría de Dios. En ella encontramos al Espíritu que siempre la acompaña, el aceite que necesitamos, el que, como a los de Emaús, hará arder nuestro corazón en nosotros, y volvernos de nuestros caminos.

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