domingo, 1 de noviembre de 2020

Todos los Santos (Joan Palero)

 

Comentario a las lecturas de la Solemnidad de Todos los Santos de nuestro colaborador Joan Palero (Valencia)
 

 
 
Domingo, 1 de noviembre de 2020
Todos los Santos.
 
En este domingo, dos de las cuatro lecturas bíblicas son de San Juan, apóstol y evangelista, a quien la simbología pronto empezó a representar con el águila. Un ave muy apropiada para ello por sus muchas características, sobre todo por su sentido más desarrollado, el de la vista. La visión del águila es 4-5 veces mejor que la nuestra, y por como tiene situados los ojos, angulados a 30 grados del centro de la cara, posee también un campo de visión mucho mayor que el nuestro y el de muchos animales.
San Juan, como con vista de águila, ha visto en Jesús más allá de lo que la humanidad puede alcanzar a ver de Él por sí misma. Pero lo importante de haber podido ver, es que ha palpado y experimentado el Verbo de Vida.
El evangelista se siente especialmente amado, de ahí que la centralidad de todo su mensaje es que: “Dios es amor.” Y que conocer a Dios es amar. Un mensaje que invita al hombre, en todos los tiempos, a mirar a Dios desde esta perspectiva:
 
“Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!” (2ª lectura: 1ª Juan 3,1-3):
No podemos mirar y ver este amor con nuestras capacidades, necesitamos unos ojos más potentes: Los ojos de la fe que es don de Dios. Contemplar con ellos el amor que el Padre nos tiene en Jesús, nos lleva a ver una nueva realidad que cambia nuestra propia realidad, y en respuesta, también ha de cambiar la realidad del mundo, por medio de la fe que obra en y por el amor.
Lo importante de una visión no es solo tenerla, sino ir tras ella; como el águila que viendo su presa se lanza sobre ella. O como Moisés, que, maravillado por la visión de la zarza, se acercó, y al acercarse escuchó la voz del Señor, entendiendo y realizando el propósito de aquella visión.
A pesar de la soledad del destierro, y todo tipo de sufrimientos y contrariedades, el apóstol, como águila volará por encima de las nubes y nubarrones de la realidad que le abruma, y contemplando el amor de Dios, en su visión del Hijo del Hombre, contempla el mismo cielo desde la tierra:
“Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría
l Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. (1ª Lectura: Apocalipsis 7,2-4.9-14)
Creo que, la fiesta de Todos los Santos, es un buena invitación para dejar de mirarme, de mirarnos. Dejar de sentirse desdichado e infeliz, al centrar la mirada en todos aquellos que, fijando los ojos en Jesús, encontraron el sentido y el propósito de la vida: Participar de la Vida y la Santidad de Dios. Hombres y mujeres felices que, en la pobreza y la mansedumbre lo poseyeron todo, aun en medio de lágrimas, de injusticias y todo tipo de contrariedades. Felices, porque que sus miradas, aspiraciones y esperanzas no volaban a ras de suelo, sino altos, como el vuelo del águila, por sobre los montes de este mundo, sin perder nunca de vista al sol, como viendo al Invisible visible en todo.
Qué bueno es ver y sentir, como san Juan y desde aquí, la presencia de nuestros hermanos santos en el cielo, y en comunión en el mismo Cuerpo, seguir sus pasos y ejemplos; compartiendo la misma esperanza que fue purificando sus vidas, y que va purificando las nuestras.
Hagamos silencio y escucharemos su grito: “Y gritan con fuerte voz: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero.”
La tierra grita de dolor, unamos voces al grito fuerte del Cielo.
Joan Palero

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