sábado, 19 de diciembre de 2020

Comentario a las lecturas del Domingo IV de Adviento (Ciclo B) de nuestro colaborador Joan Palero (Valencia)

 


Comentario a las lecturas del Domingo IV de Adviento (Ciclo B) de nuestro colaborador Joan Palero (Valencia)
Domingo, 20 de diciembre de 2020
4º de Adviento
AÑO DE SAN JOSÉ
Lecturas bíblicas:
2 Samuel 7,1-5.8b-12.14a.16. - Salmo 88,2-3.4-5.27.29. - Romanos 16,25-27.
Evangelio: San Lucas 1,26-38 «… hágase en mí según tu palabra.»
Ante la buena voluntad del rey David, al querer construir una Casa digna para la presencia del Señor entre su Pueblo, la respuesta del profeta Natán también fue una respuesta llena de buena voluntad de su parte:
«Ve y haz cuanto piensas, pues el Señor está contigo.»
Ambos, llevados por buenas intenciones humanas, no consideraron si Dios quería habitar, o no, en esa Casa. Esa misma noche, el profeta escucharía la Palabra del Señor. Palabra que es luz para nuestros pasos, que alumbra y discierne hasta las más profundas de nuestras intenciones, invitando a todos a considerar nuestros caminos.
«… ¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? ...»
¿Podemos encerrar a Dios dentro de nuestros planos y esquemas? La Palabra de Dios transforma la vida y nuestros planes. (Papa Francisco – 31 oct. 2018)
No era David, no es el ser humano, quien, con sus recursos, ideas y estructuras, ha de decidir construir una Morada para Dios; porque Dios, desde la eternidad, ya ha decidido escoger a las personas para hacer en ellas su Morada. «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.» (Jn 14, 23)
Lo que Dios quería de David, es lo que quiere de ti y de mí, que construyamos con Él, no en base a nuestra ingeniería, sino a los planes de amor y misericordia que trazó en Cristo desde antes de todos los siglos. No se trata de lo mucho o poco que podamos hacer, sino de lo que Dios hizo y hace en nosotros, y que podemos ver en su Palabra: «Yo te saqué de los apriscos, … Yo estaré contigo … (Yo, el Señor) Daré un puesto a Israel, mi pueblo, lo plantaré para que viva en él …Y, cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, … Tu casa y tu reino durarán por siempre en mí presencia; ...»
El Espíritu hizo entender a David las Palabras que Yahveh puso en boca de Natán, y que después escribió en el Salmo 88, el que cantamos este domingo: «Tu misericordia es un edificio eterno, más que el cielo has afianzado tu fidelidad.»
El evangelio de este domingo, antes de Navidad, es indicio de que Dios siempre cumple lo que dice: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre LA CASA de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Cristo Jesús es la revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora en los escritos proféticos, dado a conocer por decreto de Dios, para traer a todas las naciones a la esperanza de una fe viva, despierta, ESPERANZADA. Una fe en Dios que no solo nos salvará en un futuro, sino que ya ha empezado a salvarnos si en verdad nos saca de nuestros apriscos, de ir tras las ovejas de nuestros intereses. Una fe que nos salva de nuestros errores y culpas, pero que no nos libra de nuestras responsabilidades. Una fe que nos hace rezar: Venga a nosotros tu Reino, que nos hace ser Casa, morada de Dios y Cuerpo de Cristo, al decir: “Hágase en mí según tu palabra.” “Hágase tu voluntad, como en el Cielo, también en la tierra."
Hay Esperanza, esperemos en el Señor, Él nos libra de todo mal.
Belén-Efrata es “Casa del Pan”, tierra fértil, allí se vio y vemos la fidelidad divina, no hay razón para mirar y ver solo las ruinas de los muros de nuestras lamentaciones.
Tus sacerdotes se vistan de fiesta, griten de alegría tus amigos. … Yahvé ha jurado a David verdad que no retractará: “Un fruto de tu seno sentaré en tu trono.” (Sal 123)
¡Ven, Señor Jesús! Siéntate en mi trono, en el pesebre de mi corazón. Cambia mis planes y mi realidad.
Joan Palero

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