domingo, 28 de marzo de 2021

Lecturas Domingo de Ramos (Joan Palero)

Puede ser una imagen de texto que dice "Marcos Marcos15:39 15:39 y centurión que estaba frente a él... dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios."


Comentario a las lecturas del Domingo de Ramos (Ciclo B) de nuestro colaborador Joan Palero (Valencia)
Domingo, 28 de marzo de 2021
Domingo de Pasión - Ciclo B
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 15,1-39:
“… Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
«Realmente este hombre era Hijo de Dios.»”
Seguramente que Jesús aprendió de san José, su padre, a hablar desde el silencio en el lenguaje de los iniciados, es decir, a hablar lo que no puede decirse más que con palabras, y a callar cuando, por la grandeza y profundidad de las cosas, estas no pueden ser dichas sino con vivo y entregado silencio.
Con palabras y hechos, Jesús, durante tres años ha tratado de revelar que él es el Hijo de Dios, y por decir eso ahora es ajusticiado y condenado a muerte en el peor de los patíbulos.
Las palabras de Jesús son mínimas en el relato de la pasión según san Marcos, pero con lengua de iniciado, con su manera silenciosa y sufrida de morir, expresa de tal modo su filiación divina que hasta el centurión romano que ha de dar fe de que la condena ha sido cumplida, reconoce y confiesa que Jesús es verdaderamente el Hijo de Dios.
Años más tarde, san Pablo, siendo hombre elocuente en palabras, siguiendo el ejemplo del mismo Cristo, (quien) a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos., (Fil 2, 6-11). Así que, el apóstol, dejando la elocuencia de las palabras, pasó a proclamar con su vida a Cristo crucificado:
Pues yo, hermanos, cuando fui a vosotros, no fui con el prestigio de la palabra o de la sabiduría a anunciaros el misterio de Dios, pues no quise saber entre vosotros sino a Jesucristo, y éste crucificado. Y me presenté ante vosotros débil, tímido y tembloroso. Y mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de los persuasivos discursos de la sabiduría, sino que fueron una demostración del Espíritu y del poder para que vuestra fe se fundase, no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios. (1 Corintios 2, 1-5)
En la primera lectura, Isaías 50, 4-7, está el secreto para poder decir al abatido una palabra de aliento. Una palabra que, para ser de verdadero aliento, no ha de ser dicha en el lenguaje humano, sino en la lengua de los iniciados. Con el lenguaje que se recibe y aprende a través de la escucha de la Palabra de Dios, que además de ser dicha, es crucificada y nos crucifica, es resucitada y nos resucita, y que solo puede ser verdaderamente entendida desde el silencio de la pasión y la entrega.
Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
(Sal 21,8-9.17-18a.19-20.23-24)
Joan Palero

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