VERDAD – LECTURA
Hechos 4,32-35
32Todos los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma, y nadie llamaba propia cosa alguna de cuantas poseían, sino que tenían en común todas las cosas. 33Los apóstoles daban testimonio con toda firmeza de la resurrección de Jesús, el Señor. Y todos gozaban de gran simpatía. 34No había entre ellos indigentes, porque todos los que poseían haciendas o casas las vendían, llevaban el precio de lo vendido, 35lo ponían a los pies de los apóstoles y se repartía a cada uno según sus necesidades
Durante el tiempo pascual, vamos a orar con el libro de los Hechos de los Apóstoles en la primera lectura. Así que vamos a hablar un instante sobre él antes de adentrarnos en la lectura que la liturgia nos ofrece.
Como muchos de vosotros sabéis, este libro, junto con el tercer evangelio ha sido atribuido por la tradición a Lucas. Fue escrito en el último tercio del siglo I y es, por así decir, la segunda parte del evangelio antes citado. En él, se nos narra el día a día de las primeras comunidades cristianas. Su autor fue recopilando datos y fuentes diversas que él luego elabora según su estilo y los destinatarios de la obra. Los grandes protagonistas del libro, no cabe duda que, son el Espíritu Santo y la Iglesia naciente.
En el pasaje que hoy nos ofrece la primera lectura, se nos presenta lo que podríamos llamar un resumen de la vida de los inicios de la Iglesia.
Puede llamarnos la atención esa afirmación de que “todos los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma”; lo cual significa, que tenían un mismo objetivo, un mismo proyecto, el mismo ideal, los mismos sentimientos, los mismos deseos; es caminar juntos para alcanzar la meta. Para ello , es imprescindible conocer y acoger al hermano que tengo en frente; ahora bien, todo ello es imposible sin comprensión, respeto y confianza.
Creo que esto era posible precisamente, porque nadie sentía que lo que poseía era únicamente suyo; todas las posesiones se ponían al servicio de los demás. Y quisiera pensar que no sólo las posesiones materiales; también las propias capacidades, habilidades, aptitudes, los talentos de cada uno. Nadie se guardaba nada para sí mismo. Esta manera de vivir ya era de por si un testimonio, además de lo que pudieran predicar los testigos de Cristo resucitado. Eso era lo que anunciaban a todos aquellos que le escuchaban: Jesús de Nazaret ha resucitado.
A todo ello, hay que añadir que estaban atentos unos de otros para descubrir las necesidades que pudiera tener el hermano, por eso no había indigentes entre ellos: la comunidad salía al frente de las necesidades de cada uno.
Que gran enseñanza y testimonio sería que todos y cada uno de nosotros estuviéramos atentos a las necesidades de las personas que comparten con nosotros la vida (familia, amigos, compañeros de trabajo, de estudios) e intentáramos cubrir dichas necesidades.
CAMINO – MEDITACIÓN
- ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado la atención, te ha tocado el corazón? ¿Qué sentimientos despierta en ti? ¿Qué querrá decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?
- ¿Cómo influye en tu vida cotidiana la vivencia comunitaria que vives en el seno de la Iglesia? ¿Cómo son tus relaciones con otros miembros de la misma? ¿Con esos con los que celebras la eucaristía?
- ¿Intentas tener un solo corazón y una sola alma con los otros miembros de la comunidad eclesial? ¿Pones al servicio de los demás tus propias “riquezas”? (Y recuerda no tiene porqué ser únicamente materiales)
- ¿De qué manera das testimonio de Cristo Resucitado?
VIDA – ORACIÓN
Salmo 133
1Ved qué hermosura y qué felicidad el que los hermanos vivan siempre unidos.
2Es como un perfume fino en la cabeza, que baja por la barba, por la barba de Aarón, y llega hasta la orla de su manto.
3Es como el rocío del Hermón que baja por las montañas de Sión. Allí manda el Señor la bendición, la vida para siempre.
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