sábado, 1 de mayo de 2021

Comentario a las lecturas del Domingo V de Pascua (ciclo b) Joan Palero (Valencia)


Comentario a las lecturas del Domingo V de Pascua (ciclo b) de nuestro colaborador Joan Palero (Valencia)
 
2021 – Año de San José
Comentario a las lecturas del Domingo 5º de Pascua (Ciclo B)
Hechos de los apóstoles 9,26-31:
“Llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, porque no se fiaban de que fuera realmente discípulo.”
El miedo, ante las atrocidades que Saulo había cometido contra ellos, no podía vencerse con las palabras de Bernabé, ni con las del testimonio que el mismo Saulo daba de sí. El temor y las sospechas fueron disipándose en la medida que el Señor iba mostrando, en Saulo, los frutos de su Encuentro:
“en Jerusalén, predicaba públicamente el nombre del Señor.”
El que perseguía a muerte a los que, en sus caminos se habían encontrado con Jesús, ahora, por la experiencia de fe “confesaba con su boca que Jesús es el SEÑOR, y que Dios le había resucitado de entre los muertos” (Ro. 10, 9-10) Esto anulaba toda sospecha, demostraba que era el Señor quién lo había hecho, que era un milagro patente. La realidad del poder de Jesús, manifestado en las personas, es lo que pudo y puede quitar toda sombra de duda, confirmando y fortaleciendo la fe.
Saulo (nombre que significa: «Aquel que ha sido pedido por Dios»), transformado, declara con evidencias, ser “instrumento escogido, para llevar el nombre de Jesús en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel” (Hch 9, 15)
El nombre, en la Biblia, siempre guarda una estrecha relación con la naturaleza o misión de una persona. Por primera vez, la comunidad de discípulos deja de llamarle Saulo, y pasa a llamarlo: Pablo, que significa: “pequeño u hombre de humildad”. Dios intervine, cambia las realidades personales, y a través de ello cambia la realidad de los demás. Ya no ven en Saulo un dudoso discípulo, sino a un verdadero hermano a quien amar y cuidar:
“se quedó con ellos y se movía libremente” Al enterarse los hermanos, (del peligro que corría por el testimonio de Jesús) lo bajaron a Cesárea y lo enviaron a Tarso.
En este clima de la fraternidad, creyendo en Jesús (aún por encima de los prejuicios y sospechas) es que se llega a amar al otro, y así “La Iglesia gozaba de paz ... Se iba construyendo y progresaba en la fidelidad al Señor, y se multiplicaba, animada por el Espíritu Santo.”
Sal 21,26b-27.28.30.31-32
“El Señor es mi alabanza en la gran asamblea
Porque nadie se salva solo, Dios conduce a Pablo, y a cada uno de los que se encuentran con Él, a su gran asamblea, donde el todo es (o debería ser) Jesús. Él es el Señor, la puerta de entrada, el camino, el pastor, el alimento, … La Vid de donde brotamos, vivimos y nos desarrollamos. Él es mí, tu, nuestra alabanza. Allí no hay lugar para jactancias ni engreimientos, y si por no poderse evitar el ser alabancioso, que se alabe en esto el que se tenga que alabar: “en tener seso y conocerlo, porque Él es Yahveh, el que hace merced, derecho y justicia sobre la tierra, eso es lo que le complace.” (Jer. 9, 22-23)
Así que, creer y amar, no consiste solo en decir, sino en decirlo y demostrarlo. Esa es la doble clave del reconocimiento: “éste es su mandamiento: “que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros…, es la demostración de que permanecemos en Dios, y Él en nosotros. (1 Jn. 3,18-24)
Todo es cuestión de ser (como Pablo) instrumentos escogidos; de estar, (como humildes y pequeños sarmientos que unidos a la Vid, se dejan podar); de dar fruto, llevando la realidad de la Palabra y la Presencia de Jesús a todos”, y de permanecer, no en lo que yo pueda creer acerca de la verdad, sino, unido a la verdad de su amor “permaneced en mi amor”. (San Juan 15,1-8)
Así es como, hoy, podemos permanecer gozando de paz, construyendo, edificando, progresando, sumando y multiplicando, animados por el Espíritu que permanece para la santificación en la fraternidad.
Joan Palero

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