lunes, 16 de agosto de 2021

Comentario de las lecturas de la Solemnidad de la Asunción de María (ciclo b) de nuestro colaborador Joan Palero (Valencia)

 Comentario de las lecturas de la Solemnidad de la Asunción de María (ciclo b) de nuestro colaborador Joan Palero (Valencia)

Asunción de la Virgen María
María no escucha por escuchar. Escucha con atención y provecho la Palabra que Dios le habla, guardándola y meditándola en su corazón:
Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor. (Salmo 44)
Por eso es, que, el Espíritu la mueve y pone en camino, convirtiéndola en Mujer en salida, al encuentro y servicio del otro:
“María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, …” (San Lucas 1,39-56)
La Palabra y el Espíritu que la transportan, llenará de alegría y movimiento a Juan, aún en las entrañas de su madre. La fe confirmada de Isabel, ante el cumplimiento de la Palabra de Dios en su prima María, la llena del Espíritu de Dios. Una llenura que solo puede ser expresada a gritos, en una vida de admiración y alegría que se torna en alabanza a lo santo y de adoración a Dios:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»
Isabel, en María, anticipadamente contempla el principio de la nueva creación de Dios. Ve al Creador, al que del barro creó a la humanidad, hacerse barro en el seno de su prima, para devolver posteriormente a toda la humanidad, la vida y la dignidad perdidas por el pecado.
“Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida.” (1 Corintios 15,20-27a)
Ella es muestra de que Dios no ha desechado nuestra carne, muerta por el pecado. Sino que, mirando nuestra bajeza, a través de su encarnación en el seno de María, ha querido revestirnos de gloria e inmortalidad. Esto es lo que, de otra manera, venía a decir el Arca de la Alianza. Un cajón de madera de acacia, pero revestido de oro puro, y con argollas y varales ser transportado y andar camino.
La grandeza de María es que ella, en cuerpo y alma: «Proclama la grandeza del Señor, y su espíritu “se alegra en Dios, su salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava”. Ella no se siente grande en ella misma, sabe que su grandeza está en Dios.
San Agustín dice: «Antes de concebir al Señor en su cuerpo, ya lo había concebido en su alma». Benedicto XVI: María es “feliz” porque se ha convertido —totalmente, con cuerpo y alma, y para siempre— en la morada del Señor. Si esto es verdad, María no sólo nos invita a la admiración, a la veneración; además, nos guía, nos señala el camino de la vida, nos muestra cómo podemos llegar a ser felices, a encontrar el camino de la felicidad.
Así que, ¡“Feliz día de la Asunción de nuestra Madre”!
Joan Palero




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