domingo, 27 de junio de 2021

“A ti te digo: ¡levántate! Lectio Divina del XXIII Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B

 VERDAD – LECTURA  




Evangelio: Mc 5, 21-43

Acoger a Dios, es acoger al Señor de la vida. Es acoger a Aquel que es capaz de transformarnos, al que es capaz de cambiar nuestra existencia, al que es capaz de llevarnos a la plenitud de la vida. Eso sí, antes de acoger a Dios en nuestro corazón, en nuestra vida, es imprescindible confiar totalmente en él y salir de nuestra comodidad para buscarle.

Jesús es Señor de la vida y de la muerte. Y quiere hoy invitarnos a levantarnos, a no quedarnos tirados en el suelo después de la caída, a no quedarnos al borde del camino; nos invita a caminar a su lado.

En el evangelio de hoy, nos encontramos con dos historias en una. Y el evangelista Marcos utiliza la técnica llamada de bocadillo, intercalando en medio de un relato otro diverso, pero que está muy relacionado. Y lo que el evangelista acentúa es la fe de los personajes que allí aparecen: Jairo y la mujer hemorroisa.

Jesús, para poder actuar en nuestra vida, nos pide total confianza, nos pide levantarnos, superar los obstáculos e ir a su encuentro.

Si salimos al encuentro de Jesús, él se acercará a nosotros, nos acogerá, nos abrazará y nos mostrará el amor del Padre, sin importarle nada, sin importarle las convicciones sociales, lo sagrado o lo profano, lo puro o lo impuro. Eso le pasa tanto con la hija de Jairo, como con la hemorroisa. Jesús se deja tocar por esa mujer cuando sabía, perfectamente, que ella podía hacerle caer en impureza, pues tenía flujos de sangre (Lv 15,25-27). Jesús toca el cadáver de la hija de Jairo sabiendo también que tocarla le hacía caer en impureza (Nm 19,11). A Jesús lo que le importa es la persona y no las reglas, las normas o las convicciones establecidas por los hombres. Y, por encima de todo eso, está el salvar al ser humano. Jesús quiere contagiarnos la vida y la vida en plenitud, inaugurando un tiempo nuevo, en el que las dificultades, los problemas, los momentos de oscuridad no tienen la última palabra. La experiencia que podemos hacer de Jesús resucitado nos dice, que la última palabra la tiene la vida y nosotros hemos de ser, precisamente, testigos de luz, de la superación, de la esperanza y de la vida.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué versículo, frase, palabra ha llamado especialmente tu atención? ¿Qué sentimientos despierta en ti? ¿Qué querrá decirte Dios con ello en este momento concreto de tu vida?
  • ¿Estás dispuesto a acoger a Dios en tu vida? ¿Qué acciones vas a emprender para ello?
  • ¿Cómo andas de confianza en Dios?
  • ¿Cómo mantienes la esperanza en los momentos de incertidumbre, de dificultad?
  • ¿Qué cosas o qué personas consideras impuras, profanas?
  • Para Jesús, lo más importante son las personas. ¿Y para ti?
  • ¿Cómo puedes ser testigo de la luz, de la esperanza, de la vida?

VIDA – ORACIÓN

Oración al Dios de la vida

Señor Jesús,

¡gracias por la vida, el don más preciado e incalculable!

¡Gracias porque cada día nos das una nueva oportunidad

para amar, para confiar para esperar, ara perdonar!

Dios nuestro, ¡llena nuestros corazones con la alegría de vivir

y con la generosidad que hace la vida más agradable

a todas las personas que tenemos cerca!

¡Ayúdanos a amar la vida

desde la concepción hasta la muerte natural,

en todos los momentos de la evolución de la persona!

¡Haz que tengamos más confianza

en todo lo que tú Señor, has pensado para cada uno de nosotros!

¡Envíanos tu Espíritu, buen Dios,

e invádenos con tu Gracia revitalizadora,

para que podamos difundir la cultura de la vida

allí donde predomina la cultura de la muerte!

¡Concede a nuestros dirigentes políticos, económicos y sociales

la fuerza para promover iniciativas positivas que defiendan la vida!

¡Levántanos en aquellos momentos de debilidad

en los que llegamos a creer que vivir no tiene sentido!

¡Envíanos a compartir este gran don con todo el mundo!

Ignasi Miranda, Oraciones de tú a tú.

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