sábado, 26 de junio de 2021

Comentario a las lecturas del Domingo XIII del Tiempo Ordinario (ciclo b) de nuestro colaborador Joan Palero (Valencia)

 Comentario a las lecturas del Domingo XIII del Tiempo Ordinario (ciclo b) de nuestro colaborador Joan Palero (Valencia)





Domingo, 27 de junio de 2021
13º Tiempo Ordinario

“… ni el abismo impera en la tierra …” (Sabiduría 1,13-15;2,23-24)
Cruzando el gran abismo que nos separaba de Dios, a causa del pecado, Jesús ha venido al encuentro de la humanidad. No solo a llevar nuestras dolencias y enfermedades, como dice Isaías; sino también a darnos vida, como Él mismo asegura: Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. (Jn 10, 10)
Cruzar el mar y llegar a otras orillas no es un capricho aventurero de Jesús, más bien es la esencia de su misión. El Señor, cruzando fronteras y todo tipo de distanciamientos, va al encuentro de los que están lejos, especialmente de los que sufren. No cruza para llevarles solamente enseñanzas y palabras de consuelo, sino también para afrontar con empatía la realidad de los sufrimientos del hombre y de la mujer, en cada tiempo y situación.
Donde Jesús llega, empieza a llegar gente, y aunque es mucha y muy diversa, todos caben a su alrededor. Lo importante para san Marcos, narrador de esta historia (San Marcos 5,21-43), no es el gentío que llena y que a la vez apretuja, sino la persona que acercándose a Jesús deposita en Él todo su dolor y ansiedad. Personas como Jairo, “jefe de la sinagoga”, buen observador de la Ley, pero atormentado por un profundo dolor: la enfermedad terminal de su hija; al que se sumaba el dolor de un gran sentimiento de culpa. Recordemos que se trata de un hombre de profunda mentalidad judía, que pensaba que Dios vengaba el pecado de los padres castigando a los hijos, aquellos que más queremos y más nos duele cuando nos los tocan.
O como aquella mujer que padecía de flujos de sangre de manera crónica, y que además de sufrirla, la convertía en persona inmunda según la Ley. Nadie podía tocarla, todo lo que entraba en contacto con ella era contaminado, declarado inmundo, lo mismo que ella. (Levítico 15)
Entre la multitud, Jesús se detiene, escucha a Jairo y lo acompaña hasta el lecho mortuorio de su hija, la raíz de su dolor.
Entre apretones molestos e infecundos, nota, siente que le tocan de manera diferente, con fe y esperanza, y, sin juicios busca el rostro de la persona, no para reprenderla, sino para darle dignidad de hija.
Si la persona y su dolor están por encima de cualquier norma, vayamos a Jesús, toquémosle y redescubramos sin miedo que, ante todo es misericordia y perdón.
¿Quién me ha tocado?
He sido yo, Señor. Perdóname.

Joan Palero 

No hay comentarios:

Publicar un comentario