sábado, 24 de julio de 2021

Comentario al Evangelio de la Solemnidad de Santiago Apóstol de nuestro colaborador Joan Palero (Valencia)

 Comentario al Evangelio de la Solemnidad de Santiago Apóstol de nuestro colaborador Joan Palero (Valencia)





Domingo, 25 de julio de 2021 - Santiago Apóstol
San Mateo 20,20-28
Para el sanedrín era lógico pensar que, matando al Maestro y prohibiendo a sus discípulos enseñar a la gente en su nombre, ya tenían dominada la situación. Aquella novedosa y revolucionaria revuelta pronto acabaría, como tantas otras, y pronto todo volvería a ser igual que antes. Pero Dios se había encargado de que su Reino no se iniciara ni desarrollara sobre ideas y enseñanzas, sino sobre una Verdad inamovible, una realidad manifestada y confirmada a través de hechos: La resurrección del Señor. Esto hacía que aquellos discípulos, receptores de las enseñanzas de Jesús, además de maestros se convirtieran en testigos. Personas convencidísimas y capaces de hasta dar sus cabezas por decir y demostrar la verdad con lo más valioso, la VIDA.
«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.»
El discipulado de los hijos del Zebedeo (Santiago y Juan), no empezó tras el encuentro con una gran idea o enseñanza, sino con el encuentro con una Persona, Jesús. Al que siguieron tras su invitación: “Seguidme”, y a medida en que avanzaban en su seguimiento, fueron descubriendo hasta su plenitud.
Santiago, junto a su hermano Juan, fue testigo de la resurrección de la hija de Jairo. Con ello se convirtió en testigo de que el Reino que Jesús anunciaba, más que en el poder de las palabras, se manifestaba en el poder que la Vida tiene sobre la muerte.
Junto a Pedro y Juan, en el Tabor, fue testigo de que Jesús era cumplimiento de la Ley y los profetas, Dios hecho Hombre. Junto al resto de los discípulos, en Getsemaní fue testigo de la angustia humana de Jesús. Y tres días después, de como Dios le resucitó de entre los muertos.
“Más tarde, el rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan.”
La sangre y la cabeza rodada de Santiago, aun hoy habla en silencio y eficazmente. Es testimonio de que Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías de Israel y el Salvador del mundo. Los maestros hablan con sus bocas, los testigos con sus vidas. Y Jesús envió y envía testigos, más que maestros, porque sabe que el mundo está más necesitado de ellos que de las mejores enseñanzas. Testigos que viven el Reino de Dios, a sabiendas de que no consiste en comida ni bebida, en honores o consideraciones, sino en el servicio y entrega sin límites, sin intereses que tiranicen, opriman y desilusionen la poca y débil fe de los hombres.
Hoy Jesús, como a la madre de Santiago y Juan, pregunta: ¿QUÉ DESEAS?
Que, como Santiago, sepamos pedir y recibir lo mejor de Dios: El cáliz de la pasión por toda la humanidad. Esto es lo que nos hace sentar con Cristo en los lugares celestiales, libres del abrazo de oso del poder terrenal. Es lo que nos hace estar en paz con Dios y con los hombres.
Joan Palero

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