sábado, 12 de diciembre de 2020

“Enviado para dar buenas noticias”. Lectio Divina de la 1ª lectura del domingo III de Adviento “Gaudete” (Ciclo B)


 

VERDAD – LECTURA

Is. 61, 1-2a.10-11

El Espíritu del Señor, Dios, está en mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado a llevar la buena noticia a los pobres, a curar los corazones desgarrados, a anunciar la libertad a los cautivos, y a los prisioneros la liberación; a proclamar un año de gracia del Señor. Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha puesto los vestidos de la salvación, y me ha envuelto en el manto de la justicia, como un recién casado se coloca la diadema, o una novia se adorna con sus joyas. Pues como la tierra echa sus brotes, como un huerto hace brotar lo sembrado, así el Señor Dios hará germinar la justicia y la alabanza ante todas las naciones.

En este pasaje que hoy acogemos y meditamos, Isaías nos anuncia el fin del destierro, fruto de la conversión del pueblo de Israel. El profeta nos da la buena noticia de la liberación plena, que será definitiva al final de los tiempos, pero que ya podemos comenzar a saborear en nuestros días.

Podemos constatar la fe y confianza sin límites del profeta: “como la tierra echa sus brotes, como un huerto hace brotar lo sembrado, así el Señor Dios hará germinar la justicia y la alabanza ante todas las naciones”.

Para Israel ha concluido el exilio. Dios en su infinita misericordia ha perdonado el alejamiento de su pueblo, ha perdonado su falta de amor y el haber roto la alianza. Dios que parecía guardar silencio, se manifiesta en todo su esplendor.

El profeta no puede ocultar su alegría, su felicidad, pues Yahveh le ha encomendado la misión de anunciar esta buena noticia: curar los corazones desgarrados, anunciar la libertad y proclamar un año de perdón y reconciliación con Dios. Es decir, el profeta es enviado a curar a aquellos que han perdido el sentido de la vida, su razón de vivir, la ilusión, las ganas de continuar adelante. Creo que es un mensaje muy adecuado para nuestra situación actual, porque también el Señor, nos llama a esto a los cristianos en nuestro tiempo. Estamos llamados a llevar la misericordia y el amor de Dios a todas aquellas personas que entren en contacto con nosotros, a los de cerca y a los de lejos. A todos hemos de llevar consuelo, cercanía, apoyo, soporte.

Israel no puede dejar de estallar en júbilo y alabanza, en acción de gracias por la bondad y generosidad de Yahveh al acompañar a su pueblo durante el exilio y al seguir acompañándolo, ahora, en el retorno a su Tierra;  no puede dejar de dar gracias por haberlo liberado.

Desbordemos también nosotros hoy de gozo por todos los beneficios, los regalos, las gracias que cada día Dios nos entrega de manera gratuita y sin esperar nada de nuestra parte.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado la atención, te ha tocado el corazón? ¿Qué sentimientos despierta en ti? ¿Qué querrá decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?
  • ¿Te sientes invitado a llevar buenas noticias a tu alrededor?
  • ¿De qué manera puedes tú, en tu día a día, curar los corazones desgarrados? ¿Llevar esperanza e ilusión a los que te rodean?
  • ¿Eres consciente de las señales de esperanza, de claridad, de optimismo que se hacen presente a tu alrededor a pesar de las dificultades, de los problemas, de los agobios que puedan aparecer?
  • ¿Das gracias a Dios e invitas a otros a hacerlo, por los beneficios que nos regala cada día?

 

VIDA – ORACIÓN

Salmo 92

Es bueno dar gracias al Señor y cantar a tu nombre, oh Dios altísimo;

publicar tu amor por la mañana y tu lealtad a lo largo de la noche,

con el laúd y con el arpa y al son de la cítara,

porque tú me alegras, Señor, con tus acciones, y ante la obra de tus manos yo grito de alegría.

¡Qué grandes son tus obras, Señor; qué insondables tus designios!

Esto no lo entiende el hombre estúpido, y el insensato no comprende nada.

Aunque broten como la hierba los malvados y florezcan los obradores de injusticia, serán destruidos para siempre.

Pero tú, allá en lo alto, eres el Señor eternamente.

Todos tus enemigos serán destruidos, y los obradores de injusticia serán exterminados.

Tú aumentas mi fuerza como la del toro y me unges con aceite nuevo.

Mis ojos observan a los que me espían y mi oído oye a los malvados que se alzan contra mí.

El justo florecerá como palmera, crecerá como cedro del Líbano;

plantado en la casa del Señor, florecerá en los atrios de nuestro Dios.

En la vejez aún llevarán fruto, se mantendrán lozanos y floridos,

proclamando que el Señor es justo, mi roca; en él no hay nada de injusticia.

 

Hno Pepe Pedregosa

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