¿Por qué hay que rezar si Dios ya sabe lo que necesitamos? Rezar
y orar son términos utilizados para una misma cosa: son los verbos que
se usan para significar que le decimos algo a Dios ... o más bien, que
le “pedimos” algo a Dios. Si consideramos que orar y rezar significan
solamente pedirle algo a Dios, realmente sería correcto pensar que no
vale la pena decirle a Dios algo que ya El conoce y que nos lo va a dar
si lo necesitamos. En
efecto, Dios -que todo lo sabe y todo lo puede- nos da a cada uno lo
que cada uno necesita, sin necesidad de pedírselo. Pero resulta ser que
“orar” y “rezar” es mucho -muchísimo más- que pedirle cosas a Dios. Lo
que sucede es que hemos reducido la oración a la acción de pedir y
pedir. Y nuestra oración parece más bien un pliego de peticiones y una
lista de mercado, que una verdadera conversación o diálogo con Dios. Orar
no es nada más que pedir: es también alabar a Dios, darle gracias a
Dios, pedirle perdón a Dios, etc., etc. La oración, además, no es un
monólogo o discurso, sino un diálogo o conversación. ¿Qué
pensaríamos de una conversación entre personas, en la que una de ellas
sólo pidiera y pidiera, sin hablar sobre más nada ... y ¡para colmo! sin
dejar que la otra persona hablara? Inconcebible ¿verdad? Pero si
pensamos bien... ¿no se parece nuestra oración a eso que consideramos
inadmisible para conversar entre personas? La
pedidera al orar es la forma más inferior de oración que podamos hacer.
Y Dios la acepta y la recibe. El escucha todo, todo lo que le digamos. Pero
mucho le gusta al Señor que le hablemos de otras cosas: de lo mucho que
lo amamos, de las gracias que queremos darle por tantas cosas que
sabemos nos vienen de El; también le gusta mucho oír nuestra solicitud
de perdón cuando le hemos ofendido, así como nuestra alabanza cuando
queremos decirle cuán bueno es y cuán grande su poder. Le gusta mucho al
Señor que lo reconozcamos como nuestro Padre; de allí que la oración
que le dice a Dios que confiamos en El, que nos ponemos en sus manos,
que nos entregamos a su Voluntad, sea de gran agrado para El. A Dios
también le gusta que nuestra oración no sea egoísta y egocéntrica: sólo
sobre nosotros mismos, sino que le hablemos de los demás, de sus
necesidades, de las necesidades del mundo. Pero
Dios prefiere que no le pidamos y también prefiere que no le hablemos
demasiado... sino que también lo escuchemos a El. En efecto, he aquí lo
que nos dice Jesús: “Al orar no multipliquen las palabras, pensando
que por mucho hablar serán atendidos. Ustedes no recen de ese modo,
porque, antes que pidan, el Padre sabe lo que necesitan” (Mt. 6, 7-8). Entonces,
sí hay que rezar, sí hay que orar. Pero no sólo para pedir y pedir,
sino para tener una verdadera conversación con el Señor, en la que le
hablamos, pero en la que también lo dejamos a El hablar. Y el Señor
habla. El habla en el silencio, aunque no lo escuchemos con nuestros
oídos, sino con el corazón. Por
eso se oye hablar de la oración de silencio o de recogimiento u oración
de contemplación, en que más bien escuchamos a Dios, sin hablar
nosotros. Como María, la hermana de Lázaro, que se sentaba a los pies de
Jesús para oírlo hablar. Como la Santísima Virgen que “guardaba las cosas en su corazón” (Lc. 2, 51). También
podemos orar meditando, como, por ejemplo cuando leemos un trozo de la
Biblia y pensamos en lo que el Señor nos quiere decir con su Palabra. También
podemos orar con oraciones que conocemos de memoria, como el Padre
Nuestro que Jesús nos enseñó y el Ave María que contiene palabras de la
Sagrada Escritura de alabanza a la Virgen. Podemos orar con el Rosario,
oración privilegiada de la Iglesia que la Virgen nos pide para poder
estar protegidos dentro de su Inmaculado Corazón. El Rosario es oración
indispensable siempre, pero más que nunca en momentos de confusión y
dificultades como las que estamos viviendo hoy. Hay
algunos que tienen la gracia de poder orar en lenguas, que es aquella
oración en que no sabiendo nosotros orar como conviene, "el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables" (Rom.8,26). Es el Espíritu Santo orando en nosotros sin saber nosotros qué decimos. Según
Santa Teresa de Jesús, existen tres tipos de oración: la Oración de
Contemplación, la Oración de Meditación y la Oración Vocal. Y en la
oración vocal, podemos tener varios temas de conversación con Dios:
petición, intercesión, arrepentimiento, reparación, acción de gracias,
adoración y alabanza, entrega y abandono, oración en lenguas. Hay,
entonces, muchas formas de orar para tener reducida nuestra oración a
una simple lista de peticiones. Si sólo fuéramos a orar para pedir,
realmente no haría falta orar. Pero la oración es mucho más que pedir y
sí hace falta orar ... y orar mucho. Dios así lo desea. |
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