domingo, 6 de junio de 2021

Comentario a las lecturas del Domingo de Corpus Christi (ciclo b) de nuestro colaborador Joan Palero (Valencia)

 Comentario a las lecturas del Domingo de Corpus Christi (ciclo b) de nuestro colaborador Joan Palero (Valencia)

CORPUS CHRISTI
Domingo, 6 de junio de 2021
En la Biblia no se registran las veces que, como buen creyente israelita, Jesús celebrara la pascua judía, primero con su familia, y después, en los tres años últimos de su vida, con sus discípulos. Los evangelios van al grano, a lo importante, y solo mencionan la última pascua. Todas las anteriores señalaban, eran anuncio y figura de esta última, en la que la verdadera Pascua era cumplida.
EL MISMO DÍA en que, por el pecado, el hombre rompió su relación con su Creador y murió espiritualmente, Dios, (quién nunca forma parte de los problemas de la humanidad) quiso ser la solución. Y afrontando la causa (la serpiente que indujo al hombre y a la mujer al pecado), le anunció la Pascua, es decir, el paso del hombre de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad de los hijos de Dios (a través del sacrificio redentor de Jesús), diciéndole: “Y pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y su simiente; él te herirá en la cabeza, y tú lo herirás en el calcañar.” (Génesis 3, 15)
El calcañar es la parte posterior de la planta del pie. La promesa relativa a la herida en el calcañar y la cabeza significa que mientras Satanás (la serpiente) heriría el calcañar del Salvador por medio de los dirigentes judíos en la pasión y crucifixión de Jesús, ese mismo acto de Expiación daría a Cristo la fuerza para vencer el poder que Satanás tiene sobre los hombres y deshacer los efectos de la Caída.
Jesús es el cumplimiento de todas las promesas de Dios. En Él toma sentido y significado todo lo que en la antigua alianza solo era sombra y figura de lo que Dios iba a cumplir en Él. Y sobrepasando los límites de la misma ley de Dios, que prohibía comer la sangre juntamente con la carne: “cuídate de no comer la sangre, porque la sangre es la vida, y no comerás la vida con la carne.” (Deuteronomio 12, 23) Ahora Jesús nos da a beber su sangre, que a su vez es derramada en el suelo: “No la comerás; la derramarás como agua sobre la tierra.” Deuteronomio 12, 24)
Si comer del fruto prohibido del árbol de la ciencia fue causa de muerte, ahora, comer del fruto del árbol de la cruz: Cristo crucificado, no solo nos da vida, sino que es a la vez alimento que nutre y fortalece esa vida que nos viene por Él y de Él.
Es bueno que, como los discípulos, siempre dependientes de Jesús (que es nuestra vida), nos preguntemos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?» Y que vayamos, en busca del otro, pero también en busca de ser como aquel hombre que Jesús necesitó y necesita para poder celebrar la Fiesta de la verdadera Pascua. Hombres y mujeres con el cántaro lleno del agua de la gracia, de la gratuidad, de la Palabra, del Espíritu. Hombres y mujeres de corazón grande, espacioso como aquella habitación bien dispuesta y amueblada, donde todos cupieron y se sintieron cómodos, un lugar de fraternidad entorno a su amor, donde Jesús pueda seguir dándose, no solo para nuestra salvación, sino también por la del mundo.
Como los discípulos, necesitamos marchar, salir en busca de lo que Jesús quiere, y encontrarlo. Es necesario querer, trabajar y preparar, para que todos (no solo unos pocos) podamos entender a Jesús, cantar con Él los himnos de la vida, y confiados, sin miedo a ser heridos en el calcañar, ir con Jesús al monte de los Olivos. Como entonces, también hoy es necesario que todos sepamos qué es comerle y beberle, para que, como Él, sepamos que siempre hemos de estar dándonos, porque siempre hay lugar para más dentro del Sagrado Corazón de Jesús.
Joan Palero
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