sábado, 28 de agosto de 2021

«ESCUCHA, ISRAEL» LECTIO DIVINA DE LA PRIMERA LECTURA – DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)

 VERDAD – LECTURA

Deuteronomio 4,1-2.6-8

Moisés habló al pueblo, diciendo:  1«Y ahora, Israel, escucha las leyes y prescripciones que te voy a enseñar y ponlas en práctica, para que tengáis vida y entréis a tomar posesión de la tierra que os da el Señor, el Dios de vuestros padres. 2No añadiréis ni suprimiréis nada de las prescripciones que os doy, sino que guardaréis los mandamientos del Señor, vuestro Dios, tal como yo os los prescribo hoy. 6Guardadlos y ponedlos por obra, pues ello os hará sabios y sensatos ante los pueblos. Cuando éstos tengan conocimiento de todas estas leyes exclamarán: “No hay más que un pueblo sabio y sensato, que es esta gran nación”. 7En efecto, ¿qué nación hay tan grande que tenga dioses tan cercanos a ella como lo está de nosotros el Señor, nuestro Dios, siempre que le invocamos? 8¿Qué nación hay tan grande que tenga leyes y mandamientos tan justos como esta ley que yo os propongo hoy?»

La primera lectura de hoy está tomada del libro del Deuteronomio. Un libro, cuyos autores, según algunos estudiosos, se encuentran dentro de los llamados círculos levíticos; es decir eran miembros de la tribu de Leví, aquellos que están consagrados para el servicio del Tabernáculo y posteriormente del Templo. El mismo Moisés, pertenecía a esta tribu. Podríamos decir que ellos, de alguna manera debían custodiar, también, la fidelidad a la Alianza por parte del pueblo.

En la actualidad, el libro del Deuteronomio está estructurado en tres grande discursos que Moisés dirige al Pueblo de Israel. El pasaje con el que hoy oramos, se encuentra dentro del primer discurso. Y en él, Moisés anima al pueblo para que sea fiel a la alianza establecida con Yahveh, siendo fiel a la observancia de la ley.

Escucha, Israel, las primeras palabras del Shemá. La plegaria más importante de la piedad judía (Dt 6,4ss), que cada mañana y cada tarde el judío piadoso recita en su oración. Desde los comienzos, el pueblo de Israel es invitado por Dios a escuchar su palabra, a estar atento a ella y a ponerla en práctica. Esta llamada está también presente en la lectura de hoy.

Si Israel se mantiene fiel a la Alianza y la pone en práctica, se convertirá en un pueblo sabio y sensato, de tal manera que será admirado por las demás naciones.

Dios que siempre se mantiene fiel a la Alianza y cercano a su pueblo, estará siempre presente y próximo, pues Él en  ningún momento se aleja. Quien se aleja es Israel cuando incumple la Alianza y se marcha lejos de Dios detrás de otros dioses y siendo injusto con los habitantes de su propia nación.

Moisés, por tanto invitaba a Israel, y nos invita también a nosotros, a ser fieles a la Alianza, a permanecer cerca de Dios y a ser solidarios y caritativos con nuestros hermanos. Y todo ello, desde lo más profundo de nuestro corazón. No únicamente, de manera externa, o por cumplimiento, sino porque estamos firmemente convencidos de que siendo fieles al mandamiento principal, en el que está contenida toda la Ley y la Alianza, estamos siendo fieles a Dios. Y recordemos que el mandamiento principal es: «Amará al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerza (Dt 6,5); y amarás a tu prójimo como a ti mismo (Lv 19,18)».

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado la atención, te ha tocado el corazón? ¿Qué sentimientos despierta en ti? ¿Qué querrá decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?
  • Dios en él día de hoy te invita a ser fiel a su Alianza, ¿cómo acoges esta invitación? ¿Qué acciones llevas a cabo para ello?
  • Dios, también te invita a escuchar su Palabra. ¿Dedicas un tiempo cada día a este cometido?
  • Lo importante, no es únicamente, escuchar la Palabra, sino también ponerla en práctica. ¿Cómo vives esto? ¿Intentas cada día llevarlo a cabo?
  • ¿Cómo intentas vivir cada día, en lo cotidiano, el mandamiento principal: amar a Dios y amar al prójimo?

VIDA – ORACIÓN

Salmo 35

6Tu amor, Señor, llega hasta el cielo, y tu lealtad hasta las nubes,

7tu justicia es cual los montes más altos, tus juicios como el inmenso abismo. Tú, Señor, salvas a los hombres y a las bestias;

8oh Dios, ¡qué precioso es tu amor! Los hombres se cobijan a la sombra de tus alas,

9se sacian de los ricos manjares de tu casa, en el torrente de tus delicias los abrevas.

10Pues en ti está la fuente de la vida y en tu luz vemos la luz.

11Guarda tu amor a los que te reconocen y haz justicia a los hombres honrados.

12No dejes que me pisotee el pie del arrogante, ni que la mano del criminal me alcance.

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