domingo, 1 de agosto de 2021

Comentario a las lecturas del Domingo XVIII del Tiempo Ordinario (ciclo b) de nuestro colaborador Joan Palero (Valencia)

 Comentario a las lecturas del Domingo XVIII del Tiempo Ordinario (ciclo b) de nuestro colaborador Joan Palero (Valencia)

Domingo, 1 de agosto de 2021 – 18º Tiempo Ordinario (Ciclo b)
Éxodo 16,2-4.12-15; Salmo 77; Efesios 4,17.20-24; San Juan 6,24-35.
A través de Moisés, Dios invitó a su pueblo a ser un pueblo libre y en salida. Dar el paso y salir de Egipto no significaba entrar de lleno en la tierra que Dios les había prometido, ante sus ojos solo aparecía un desierto que atravesar, lleno de pruebas y necesidades.
¡Cuántos desiertos hay que cruzar en la vida!
Atravesar un desierto también puede ser sufrir –una crisis nacional, eclesial, familiar, o personal– y también podemos pensar que se trata de algo que no debería suceder, y por lo tanto, que no debemos aceptar. Sin embargo, el peregrinaje de Israel, después de su liberación de Egipto, nos recuerda que los desiertos no son solo cuestiones del destino, temporadas de “mala suerte”, o artimañas del enemigo. Dios usa el desierto como lugar de encuentro y transformación del hombre para su propio bien.
Habiendo salido con esperanza, ahora Israel caminaba con hambre, fatiga, y frustración, sin ver ni una señal de aquella tierra prometida, de la que se les decía que fluía leche y miel.
¿Se había equivocado Dios? ¿Acaso su plan era sacarlos de Egipto para luego matarlos en el desierto? ¡No! El desierto no fue un accidente, ni un descuido de Dios para con Israel. En el desierto, con la ausencia de recursos, se descubriría y saldría a la luz lo que en realidad había en el corazón de Israel, y cuál era su nivel de compromiso con Dios.
“Dios, sacando a su pueblo de Egipto, había realizado la primera parte de su plan; ahora necesitaba sacar al Egipto que había dentro del corazón de su pueblo”.
La mayor necesidad que tiene el hombre en esta vida es la de una relación íntima con Dios. Y esto solo es posible a través del desierto: un proceso largo y doloroso que va en contra de nuestra cultura y naturaleza. El relato de la creación, en Génesis, nos enseña que la vida en el desierto no es el plan de Dios para la humanidad. Él creó a Adán y a Eva, y los puso en el JARDÍN del Edén, un lugar maravilloso que en nada se parecía a un lugar desértico de sequía. El pecado del hombre y de la mujer introdujo la muerte, y la muerte se extendió a todos, porque todos pecaron” (Ro. 5:12). Ahora Dios, como Padre amoroso, busca que en nuestros desiertos volvamos nuestros corazones hacia Él, la Vida. Y eso fue lo que hizo con Israel en aquella travesía: escudriñar su corazón y disciplinarlo, como un padre ama a su hijo. Así que Dios llevó a Israel al desierto de manera intencional por un tiempo. Todo era parte de su plan. “Él te humilló [en el desierto], y te dejó tener hambre, y te alimentó con el maná que tú no conocías… para hacerte entender que el hombre no sólo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca del Señor” (Dt. 8:3).
No importa si tu desierto se llama desempleo, silencio, enfermedad, o ..., lo que es seguro es que es un lugar de transformación. Al salir de allí, tú serás una mejor o peor persona. Quizá salgas de él siendo alguien más maduro en el Señor, y más sensible a su voz… o posiblemente alguien más amargado, cínico, y desesperanzado. ¡Pero jamás saldrás igual!
Así que la pregunta es: ¿cómo salir victoriosos de los desiertos, entendiendo la forma en que Dios puede usarlos? La respuesta está en la provisión de Dios para nosotros. Nuestro pan en el desierto.
Para Israel, la provisión de Dios fue el maná, una sustancia desconocida y extraña que aún muchos hoy quisieran entender. Se sugiere que el nombre que el pueblo le dio a este alimento viene de la expresión hebrea “man hu”, que quiere decir “¿qué es esto?” (Éx. 16:15).
Israel buscaba alimento físico, pero Dios quería una relación con ellos (Dt. 8:3). Por eso la provisión del maná era diaria, no semanal ni mensual. El Señor quería enseñarle a su pueblo —y a nosotros hoy— que más allá del alimento físico, la mayor necesidad que tiene el hombre en esta vida y en medio de los desiertos es una relación íntima con Él y en dependencia de Él.
El desierto es una buena oportunidad para profundizar en nuestra relación y comunión con Cristo.
En el desierto, donde toda fuente de seguridad y estabilidad desaparece, se hace evidente que necesitamos al Señor. Debemos conocer que Él es nuestro Dios. Por eso es importante recordar que muchísimos de los que salieron de Egipto murieron en el desierto, pero no debido al hambre ni por la dureza de la prueba, sino porque no creyeron en la Palabra de Dios (Nm. 32:13).
Ahora, cuando leemos el relato del Éxodo, particularmente en la provisión del maná, vemos que Moisés le declaró al pueblo: “Por la mañana verán la gloria del Señor…” (Éx. 16:7). ¡Al ver el maná, ellos verían la gloria de Dios! De manera que el maná apuntaba a Dios. Y como el mismo Jesús reveló más adelante, apuntaba a Él mismo:
“Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca volverá a tener hambre; el que cree en mí no tendrá sed jamás. Pero ustedes no han creído en mí, a pesar de que me han visto”, Juan 6:35-36.
Cuando camines por el desierto y te sientas al borde del colapso o la muerte, serás tentado a demandar señales de Dios para comprobar si existe y si no te ha olvidado. Serás tentado a murmurar contra Él y olvidar las maravillas que ha hecho en el pasado (Jn. 6:30). Pero Dios nos llama a quitar de nuestras vidas la murmuración y el deseo de ver más señales milagrosas, para que podamos enfocar la mirada en la persona a quien apunta el maná: Jesús el Cristo.
Es posible que en tu mente sepas que Jesús es el Pan de Vida, pero en la vida cristiana saber las cosas correctas acerca de Dios no es suficiente. La vida cristiana se trata más bien de conocerlo de manera personal y real. El desierto es una buena oportunidad para profundizar en nuestra relación y comunión con Cristo, pues Él es la verdadera y más grande provisión de Dios para sus hijos en medio del desierto. Solamente mira a Jesús y confía en Él.
¿Dispuestos a atravesar el desierto, por el camino que marca Jesús y su Iglesia, sin murmuraciones y sin echar la vista atrás? Salgamos a Él.
Joan Palero
Puede ser una imagen de una o varias personas y texto que dice "ES MEJOR UN DESIERTO Cerca de Dios QUE TODO UN PARAÍSO LEJOS DE ÉL"
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