lunes, 26 de julio de 2021

LA TRINIDAD EN EL NUEVO TESTAMENTO Javier Velasco-Arias

 LA TRINIDAD EN EL NUEVO TESTAMENTO

Javier Velasco-Arias
Será en el Nuevo Testamento donde hallaremos los fundamentos para una posterior teología sobre la Trinidad.
La mención del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo no es extraña a los textos neotestamentarios. El final del evangelio de Mateo es uno de los casos más claros, en una formula bautismal: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mateo 28,19). Un texto similar, encontramos en el tercer evangelio, en la escena de la Anunciación, con referencias al Espíritu Santo, al Altísimo y al Hijo de Dios: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te envolverá en su sombra; por eso, el que nacerá será santo, será llamado Hijo de Dios» (Lucas 1,35).
Será en el epistolario paulino donde descubriremos habituales menciones trinitarias: «Existen carismas diversos, pero un mismo Espíritu; existen ministerios diversos, pero un mismo Señor; existen actividades diversas, pero un mismo Dios que ejecuta todo en todos» (1Corintios 12,4-6). Pablo, como buen judío fariseo, no renunciará nunca a su fe en un solo Dios, pero será capaz de utilizar el lenguaje presente en las Escrituras para hablar de la realidad comunitaria que existe en el Dios Uno. Las expresiones Dios (o Padre); Señor (o Hijo); y Espíritu formarán parte de su lenguaje epistolar para hablar de la realidad de Dios y pondrán los cimientos para un desarrollo posterior de la teología de la «Santísima Trinidad». Incluso en el texto más antiguo del Nuevo Testamento, la primera carta a los Tesalonicenses, escrita alredor del año 50 de nuestra era, ya utilizará esta forma de expresarse, donde aparecen Dios Padre, el Señor Jesucristo y el Espíritu Santo:
Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de Dios Padre y del Señor Jesucristo en Tesalónica: Gracia y paz a vosotros. Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, mencionándoos en nuestras súplicas, recordando vuestra fe activa, vuestro amor solícito y vuestra esperanza perseverante en nuestro Señor Jesucristo ante Dios nuestro Padre.
Nos consta, hermanos queridos de Dios, que habéis sido escogidos; porque, cuando os anunciamos la Buena Noticia, no fue sólo con palabras, sino con la eficacia del Espíritu Santo y con fruto abundante (1Tesalonicenses 1,1-5).
En el evangelio joánico también encontraremos menciones «trinitarias», donde el Padre, el Espíritu Santo o Paráclito y el Hijo son tres realidades diferentes:
El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, él os lo enseñará todo, y os recordará cuanto os he dicho yo" (Juan 14,26).
Cuando venga el Paráclito que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí (Juan 15,26).
Y es en este evangelio, junto con el resto de escritos joánicos, donde encontramos la más alta cristología, donde Jesucristo es presentado como el Logos (la Palabra de Dios, con unas características que nos recuerdan la Sabiduría del Antiguo Testamento, pero más): «Al principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios» (Juan 1,1); el Hijo único de Dios: «nosotros contemplamos su gloria, gloria como de Hijo único del Padre» (1,14); «nosotros, en efecto, tenemos comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo» (1Juan 1,3). En donde es reconocido por sus discípulos como Dios: «Tomás le respondió: "¡Señor mío y Dios mío!» (20,28). Todo ello, sin menoscabo de su humanidad.
Los textos se podrían multiplicar, pero con los presentados, pienso que son suficientes para constatar cómo, a pesar de las dificultades teológicas y de lenguaje, los escritores del Nuevo Testamento pusieron los cimientos para una teología posterior sobre la Trinidad divina.
Javier Velasco-Arias
(publicado en el blog "Biblia y Pastoral" el 23 de marzo de 2015)
Enlace a "La Trinidad en el Antiguo Testamento"



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