sábado, 4 de septiembre de 2021

Comentario a las lecturas del Domingo XXIII del Tiempo Ordinario (ciclo b) de nuestro colaborador Joan Palero (Valencia)

 Comentario a las lecturas del Domingo XXIII del Tiempo Ordinario (ciclo b) de nuestro colaborador Joan Palero (Valencia)




Domingo, 5 de septiembre de 2021 – 23º Tiempo Ordinario (ciclo b
Entre las necesidades del ser humano, se destacan la de escuchar y la de ser escuchados. En la escucha atenta de los oídos y del corazón, nacen y se realizan los diálogos y las relaciones entre las personas.
Necesitamos que nos escuchen, que haya alguien ahí que preste atención a lo que pensamos, a lo que sentimos, a lo que deseamos… Pero en lugar de encontrar satisfacción a esta necesidad, es más fácil chocar con un muro de personas que, tratando de imponer ideas y autoridad, no quieren escuchar nada que no vaya en su línea.
Las personas necesitamos hablar y escuchar, escuchar y hablar, dialogar, pero… ¿quién lo hace?
Este domingo, el Evangelio (San Marcos 7, 31-37) presenta a Jesús (Palabra de Dios encarnada), a la escucha de los hombres: “… le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. …”
El Señor, a través de la escucha, ve la necesidad de aquel hombre sordo mudo, y nunca mejor dicho, se puso manos a la obra: “le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua.”
Como Jesús, vivimos rodeados de personas que necesitan atención. Cada una tiene su historia, su opinión, sus argumentos, su juicio y su propia verdad sobre las cosas. En casa, en la calle, en las redes sociales, en cualquier lugar hay gente deseosa y necesitada de encontrar quien le dedique un poco de atención.
Ante esta realidad se pueden hacer dos cosas: 1) Gritar más fuerte, hacer ruido hasta que todos nos escuchen, o, 2) Decidirse primeramente a escuchar.
Escuchar lo que otro tenga que decir, sin prisas, sin juicios, sin importar que lleve o no la razón… porque, a fin de cuentas, todo cuanto diga también nos sirve a nosotros, nos invita a conocerle y conocernos, a discernir … Sirve para prevenir conflictos y malentendidos, para estrechar relaciones. Para apreciar qué hace único al otro, cómo siente, cómo piensa, cómo afronta la vida, porqué es como es…
En todo vale la pena ser como Jesús, también en ser el primero en pararse a escuchar. En la escucha se demuestra que el otro nos importa como persona. Al soltarle la lengua damos valor a su voz, y esta es la mejor manera de abrir el corazón y los oídos a la a escucha de todo el bien al que somos llamados a decir.
Es asombroso, el Señor «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»
Decide escuchar, y como Jesús, actúa y no calles.
Joan Palero

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